lunes, 24 de septiembre de 2012

Desahogo


No me gusta la poesía buena. No me gusta contar sílabas. Me aburre fijarme en qué fonema terminan los versos. Me molestan los juegos intelectualosos de palabras raras que en alguna de sus acepciones crean alguna disonancia. Me inquietan las metáforas forzadas, me dan risa las rimas. Me caen mal los que escriben y no leen, porque son como los que hablan y no escuchan. No me gusta la poesía buena desligada del sentimiento, no me gusta la poesía que sólo divierte porque creo que para eso están los bares; al igual que odio la poesía que deja enseñanzas y moraliza porque no creo que nadie le tenga que decir qué hacer a alguien que no conoce. En fín, si la poesía no tiene tripa, prefiero hacer crucigramas.

Desenlace de humo

Se pregunta cuándo habrá surgido el tiempo
mientras prende el cigarrillo.
Esa película oriental le escindió el sueño
y los dedos tímidos arpegian la espalda de ella
que se lía en las frazadas
La cadencia del ventilador
ensordece y estremece el desvelo
derrama el humo frío
y jadea el tabaco agonizante
Piensa en los chinos
si fuera realmente posible
detener el tiempo en el sexo
contenerlo en el calor
paralizarlo en gemidos
Apaga el cigarrillo y le besa el cuello
Se ríe solo
medita su locura
le dan risa los asiáticos
El ritmo del reloj
se acopla en el compás del viento
inhala el aire alquitranado
y de a poco cierra los ojos
El insomnio se va
cuando el tiempo regresa
murmura ensoñando
respirando y riendo.



Césped



Adormecido en el verde
y un árbol que envuelve
el sosiego de la trova de los pájaros
No me cuesta dormirme en el pasto
porque el suelo tiene tu olor
y me tranquiliza respirarte dormido
soñarte fragmentada
en una polaroid arenosa
arropados por el mismo árbol
oyendo los mismos pájaros
y contarte historias
de revoluciones y cantores
de momentos precisos
y lugares perfectos

y que pronto vuelva el desvelo
y a pocos metros
no pueda mirarte