lunes, 24 de septiembre de 2012

Desahogo


No me gusta la poesía buena. No me gusta contar sílabas. Me aburre fijarme en qué fonema terminan los versos. Me molestan los juegos intelectualosos de palabras raras que en alguna de sus acepciones crean alguna disonancia. Me inquietan las metáforas forzadas, me dan risa las rimas. Me caen mal los que escriben y no leen, porque son como los que hablan y no escuchan. No me gusta la poesía buena desligada del sentimiento, no me gusta la poesía que sólo divierte porque creo que para eso están los bares; al igual que odio la poesía que deja enseñanzas y moraliza porque no creo que nadie le tenga que decir qué hacer a alguien que no conoce. En fín, si la poesía no tiene tripa, prefiero hacer crucigramas.

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